Solemos buscar la poesía cuando cae el sol. Atravesamos la tarde y su destello de siesta para encontrarnos en el extremo de la apariencia. Amordazar lo absurdo como ética irreverente. Tender las nubes a los pies de un sol cargado de sombras. Alucinaciones, estorbo para la razón de la cosas. Los cítricos recuerdan al paladar, la importancia de un universo más allá de lo dulce. Abrir la memoria de estas paredes y dejar caer su cemento, su antigua gloria. El arrebato, el corazón y la rebelión de su sangre. Somos cítricos en un árbol repleto de hormigas.