Afluentes

I

Es una llanura que levanta su voz al caer la tarde,
que precipita su ansia de lluvia en la sombra de los dedos.
Se siente lejana tanta presencia.

Kilométrico deseo de las bocas que se sueñan en agosto.

Cigarras en su particular canto homérico,
en su bóveda de fresco alado,
como ojos en busca de cielo;
como un despertar de siesta mediterránea.

Habito en ese otro lado,
donde me siento en la estelar inmensidad del oleaje,
en ese pulso que transita otro lugar;
que me mira,
que me espera,
que sabe el porqué de mi noche preñada de tanta estrella.

II

A veces siento miedo de vivir en un mundo que me respira profundo,
que señala mis afluentes de barcos varados,
de creer por el mero hecho de creer.

¿Dónde nace mi lengua y qué punto cuenta mi historia?

III

Me gustaría cruzar mi salina;
elevar la voz más allá de aquellas luces que titilan en la sombra.
Abrirme paso pecho adentro,
abrazar el pulso vertebrado del corazón,
oír los argumentos esenciales de mis horas calladas.

Oírme. Realmente, oírme.

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