Siempre mantenías la nocturnidad geométrica de tus palabras. Vaciando el egoísmo de tu silencio en esta piel cuarteada. Me recuerdo vigía en tus mares salados, al oleaje de tu odio por el odio. Qué extraña se sentía la vida que habitaba en la errática marea que abrazaba tu costa. Siempre imaginábamos una tregua esperando al otro lado de la almohada. Una oportunidad para los planes a dos días vista. Creer en un presente con pretensiones de futuro. Sabernos partes iguales y no caer en esa distancia que nos dividía por la mañana. Solapamos la boca y el corazón. Ese vértice devoró la poca creencia que nos tuvimos.
Ahora que todo queda tan lejos, me siento extenuado. Me pregunto por qué quise cruzar el umbral de tu puerta. Imagino que sería mi hambre de todo. De todo aquello que se abría exótico ante mis ojos.
Mi tierra da esa firmeza que buscan los pies que necesitan reposo.