Te recuerdo en toda aquella decadencia. En esa perfecta desintegración social que te ardía en la garganta. En esa desesperanza de días prefabricados, te movías con soltura. Ser espuma en el gorgoteo incansable de aquella red alcantarillada que sumergían al cuerpo.
Ser la meta, el espacio futuro que se abre entre ojos cerrados, que se vierte entre la yema de los dedos.
A veces me permito ir más allá de esta casa de espejos. Adentrarme en un mundo más allá del mundo. Ser nadie. Dejar los ojos libres, los pies descalzos. Sonar con toda esa música que busco y me frustra porque queda sorda en este abismo que separa mi camino.
Aquí no hay lugar para ti. Aquí sólo merodean mis dedos. Mi hambre rocosa, mi consciencia marítima.
Ser océano preñado de vida abisal.