Regresar. Descender el atlas y perder el rumbo intercostal. Varar en aquella tierra volcánica que vertió mis manos en el silencio del quiero.
He de confesarte que vengo algo magullado, arrepentido y un poco solo. Es como si en aquella montaña hubiese encontrado un todo. Un secreto dorado que te ciega a su paso. ¿Nunca te has quemado cuando llevas un buen rato al sol?
Me duelen los dedos. El cuerpo solo sabe de poesía cuando la barriga está llena. Me duelen los dedos.
Necesito oxigenarme en silencio. Mi silencio no entiende vuestras voces. Mi silencio sólo conoce mis manos. Me resulta fácil hablar con ellas. Saben trabajar el quiero. Las palabras son un laberinto de intereses ocultos.
Necesito. Esta noche necesito desembarcar en un sueño profundo que me lleve al epicentro de mi voz, para escucharla a través de las manos. En esta playa no habrá espacio para nadie más.