Y allí estabas tú. Reprochando las razones en las que me vi nacer. Haciendo de mí silencio, un espacio compartido de kilómetros y dudas razonables. Y allí estaba yo. Cielo sin precipitaciones de lluvia. Un calor sofocante, el de nuestro verano de sur. Necesidades, peticiones, acusaciones sin ánimo de réplica. A veces no entiendo qué pasa conmigo. Siempre estoy de ese lado en el que todo incomoda. Este viaje comenzó hace años y no tenía hambre de tierra, sólo una embarcación desde donde divisar los puertos, como ilusiones ópticas sin posibilidad de sueño.
Elevas la voz, imagino que necesitas escucharte en tú máximo esplendor. A veces pensamos que el silencio otorga. Para mí, el silencio es dejar ir. Te da la posibilidad, a ti que me enjuicias, de encontrar tus razones y hacer de ellas un palmeral donde sofocar tu odio. El silencio es un hilo conductor que tienes muchas formas y tiende a adaptarse a tus deseos o miedos. En función del capítulo donde desees encuadrarlo.
Agosto de 2012 vino acompañado de muchas voces, de muchos recovecos, de demasiada desesperanza. Yo sólo quise seguir mi ruta exótica por los mares del sur. El siervo piensa que todos debemos servir. Las doctrinas tienen ese punto de no retorno donde la razón y las luces tienen un espacio contenido, absolutamente medido y acotado.
Ese verano la fiscalía pedía una fianza millonaria para Urdangarín y nuestros hermanos italianos, ponían en venta sus palacios para reducir la deuda pública. Qué pintorescos somos los mediterráneos en la gestión de las cosas. En el peso, importancia y deudas que generan nuestros corazones.
Sigo replicando mi seísmo, en la escala y medida adecuada. No necesito destruir, sólo dejo que todo se vaya. Es una razón vital de búsqueda, de asistir como testigo de mis brazos, como incesante rayo que no cesa. Me da tanta pereza el futuro que ya no imagino. Me gusta tanto el espacio corto de los días que tan sólo respiro. Es permitir que esa frondosidad de pájaros se arroje al cielo con la pretensión más básica de volar. Identidades reencontradas. Terminaréis desapareciendo en la expectativa de vuestros días, del amor que sentís por las verdades absolutas. Terminaré desapareciendo en esta embarcación. No hay más.
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Capítulo decimoséptimo de «El vuelo de las moscas».