Pesa esa mirada esquiva
hacia un horizonte indefinido.
Pesa que el parto quebrado
de un capricho se haya
cobrado más silencio
que palabras perdidas
en el sur de tu cuerpo.
Pesa cuando nos hacemos
invisibles por un día,
en ese tramo que bordean
mis pasos en estampida.
Pesa lo absurdo,
la guerra fría de tu boca,
la innecesaria apariencia
de indiferencia sostenida.
Pesa que juguemos a lo ordinario,
que realmente destaquemos
en la cotidianidad de los días perdidos.