La loba y su manto de estrellas atravesaba las sombras de nuestros rituales de miedo, partiendo con su luz nuestra herencia desterrada.
La bestia de planetario lunar abrazaba su globo terráqueo al sonido de una nana de siesta y nubes repletas de noviembre.
Las manos de tierra precipitan mi memoria a un lugar suspendido más allá de esas motas de polvo que pueblan el viento de mi pueblo.