Nos alejamos entre la espuma del oleaje, anduvimos al otro extremo del corazón. Donde la nueva tierra sumergió nuestro asombro en la respiración vertebrada de las aves. En el aliento que verdea la tierra fértil.
Nos detuvimos en ese oasis sin nombre, sin preguntarnos la naturaleza de nuestros arrecifes. Sin saber porqué, al despuntar el alba, se destapaban nuestros sueños marinos.
La memoria se extiende en el sonido cavernoso de infinitas osamentas, de la inabarcable sal que trepida nuestro cielo. Estamos cerca. ¿Puedes olernos?, ¿Reconoces a tus hijos?