He venido a las puertas de tu casa
para robarte los sentidos,
para despojarme de mí mismo;
de mi voz, de mis deseos,
de todo aquello que me construye
con el propósito de Ser.
He llegado
para perder la finalidad de mi regreso,
para olvidar la atención de tus ojos;
de tus manos, de tu piel,
del abrigo de ti misma,
del amor que me guardas.
Han caído a nuestros pies
las kilométricas distancias, rompiéndose,
ensordeciendo al mundo y a su justificación;
evaporando los océanos de tiempo,
que sostuvieron a un destino interesado
en todas las desuniones,
que nos llevaran a coincidir
en este punto sin medidas;
donde lo más claro que tenemos
es lo que no somos.
Donde la sorpresa se basa en las imperfecciones,
en los errores descuidados de intención,
en hacernos tanto bien
que hay que saber jugar la partida.
Sólo dime que no me quieres,
que no me necesitas a tu lado
que duermes bien cuando mi vacío
ocupa tu cama.
Que te satisface la ausencia de mi calor,
que eres capaz de desterrar
la veneración de mis labios;
que sonríes cuando mis palabras
te las arranca el viento…
porque si es así…
no sé a qué esperamos para besarnos,
para incendiar los ruidos,
esos que vinieron de la razón.
Porque nuestra deriva confabula
a favor de todo lo que no somos,
para alumbrarnos en este destino
sin pesados caminos.