El silencio se manifiesta de muchas formas. En pasos solitarios a las puertas de un supermercado. En gaviotas de asfalto reclamando tierra. Semáforos conversando con el vacío de unas motas de polvo que no terminan de caer. Lunes disfrazados de domingo y estas ganas de voces que cuenten algo distinto.
Te miro. Te veo resplandeciente en tu lluvia de grises de invierno. En el ritual de las estaciones que se perdieron en el zumbido de nuestros pájaros metálicos.
Mírate. Nos has dejado bajo el pelaje de tu panza de loba. Andamos perdidos, buscando el calor de tus ubres de primavera y miel. Nuestras noches de filamentos de bajo consumo, nos hicieron olvidar la fragilidad y la armonía de esta danza de obviedades.
Miro a lo lejos. Busco señales. Un lenguaje constelado que me lleve a mi playa de soles de invierno. Pantalones remangados, trocitos de conchas y ese salitre que cala los huesos.