En este ocaso de ídolos puedo besarte, puedo abrazarte. Dejarme en silencio. Piel con piel. Emerger desde ese abismo que confabula con la vida. Mírame. Prefiero no hablar. Vuelo soterrado, trenzado de brazos, precipicios labiales. Texturas. Garganta ronca, abanico de sueños, costillas al sol. Mírate. El beso de Venus fondea vientre abajo. Girasoles, insectos, plegarias, ancestros. Nada puede arrancar el ritual de nuestros dedos. Latidos, oleaje, medidas cartográficas. Pinceles. Color. La vida sigue pasando mientras continuamos burbujeando en este ascenso en busca de aire. Gaviotas al rastro del salitre. Paisajes vacíos de pasos. Me quedo aquí. En este espacio que abre cielo me siento en casa.
Precioso poema. Sin duda, hay precipicios que te llevan a casa.
Qué bonito lo has dicho, María. Muchas gracias, abrazos.