El silencio de los peces

Estás aquí, en la memoria seca de las ramas que albergan flores de almendros; en esas noches de febrero que se piensan como verano tardío. En cielos que clarean lloviznas, que sueñan con mares profundos y roncos.

El silencio de los peces es un enjambre de voces que cuentan nuestra historia. Un sueño celeste que naufraga en las nubes.  No hay mejor respuesta que la de escucharse.

Camino. Llevo horas preguntándome por las soledades, que se suspiran en el pecho. Mido la distancia al sol en cuartas, en un tropel de plantas aromáticas que desploman sombras y musgos. Cuando duermo me dejo correr entre árboles, entre esa inmensidad, que se respira en corteza. Es como si volviese a mi origen, a mis cielos constelados, a la revelación de todo el lenguaje de mi sangre. 

Quiéreme aquí, en la verticalidad de mi pulso, en mi charla con los astros. En esa ascensión a ninguna parte.

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Capítulo tercero de «El verano de las lombrices».

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